domingo, 21 de febrero de 2010

Iquitos: Te quiero, no te quiero.... Te adoro!





He jugado una pichanguita y poco o nada me importa que a las 9 horas de la mañana de un domingo antes de la semana patriótica, esté sentada en el aereopuerto, con las zapatillas casi embarradas y a punto de subirme a un avión. Estoy harta de esta ciudad pequeña, de este infierno universitario de huelgas, paros y poco razonamiento que casi nada han hecho o se han preocupado por el poco criticismo de los alumnos. Les da igual. Estoy harta de ser alergica a este clima, odio las ronchitas en mi piel. ¡Alla vamos! De nuevo al frío, a siquiera calmar un poco las heridas en mi piel. Estoy harta de ver la pobreza extrema, y autoridades incompetentes que centran su vision del desarrollo en las exportaciones y no en los colegios. No me gusta este sistema, quizás soy una chica de ciudad. Hasta luego Iquitos... No te quiero.

Ya he llegado, nadie me ha recibido en el aereopuerto, yo misma soy y agarro un bus de ida a "casa". Estoy sentada al fondo, una señora me conversa con el acento que no estoy acostumbrada a escuchar toda mi vida. Le digo que soy músico, escritora, estudiante y trabajo en un centro cultural, todo eso a mis veinte años. Ella me mira pasmada pero la sensacion no es la misma. Llego a la esquina para tomar el siguiente bus, un aire no tan limpio choca en mis pulmones, los árboles ya no huelen igual. Tomo mi bus hacia casa de mis tíos, pocos de los vecinos se acuerdan de mí, llego y no hay nadie en casa. Espero sentada en el parque, llega mi tío y me abre la puerta. solo tengo una pequeña cama para dormir compartiendo un cuarto. Mi tío regresa al trabajo y yo enrumbo hacia la feria del libro. Lima te amo, pero Iquitos... comienzo a extrañarte.

Enrumbo hacia casa de mis mejores amigos! los encuentro, he sido participe de una unión muy perfecta. Estoy feliz de ser cupido por accidente y ver a dos personas que no podían hallar la felicidad, sin haber buscado, los junté y sus vidas son diferentes para siempre. Suena mi teléfono, es él. Supuestamente lo he olvidado pero el no quiere apartar su memoria de mi. Voy a su casa, me dice para ir por ahí un rato, casi me caigo y me agarro de su mano. "Suéltame" grita. yo me quedo petrificada ante una reacción frívola de no importarle. Pasa la semana encuentro a mi mejor amiga. Caminamos y caminamos por todo el centro, me meto hasta en la más insignificante catacumba con tal de palpar su antigüedad, me compro cualquier chuchería posible a menos precio con tal de que mis brazos brillen con algún corazón o un símbolo hippie. Las cosas no cuestan igual. ¿Donde esta mi amado refresco de camu camu, mi arroz chaufa con cecina, mi abuelita para reirme con ella sobre las incidencias de la calle? he nacido aqui pero el tiempo y las circunstancias migratorias me han hecho una extraña. Iquitos, no puedo vivir sin tí.

Dia de regresar. Con boleto en mano luego de una juerga que termino en: "¿Ahora donde vamos a dormir si es peligroso regresar a mi casa?" y una mini cacería del arte en el centro y un casi posible retraso, como mi ultimo burguer king, con el sabor americanizado de siempre. Compro mis ultimos lucky strike pero me agita el corazon el hecho de que le dare un abrazo a mis abuelos, oire de nuevo sus historias viendo sus gestos distintivos, que podre cocinar y hacer mis piqueos favoritos, aunque el calor me abata la piel y yo este a punto de rendirme. Vere a mis mejores amigas, como Sofia, me ire de nuevo a leer los libros que amo leer. Saqueare la biblioteca con conocimientos ancestrales amazónicos, cosa que me encanta. Me ire por las calles a las 3am sin tener mucho miedo de un ladrón. Mirare el amanecer y oleré el olor de las palmeras. ¡Corazón, no me falles! tengo que llegar y sobrevivir la hora y cuarenticinco minutos que marca el reloj en la distancia que concierne de aqui y allá. Ya llegue, siento el calor de nuevo, aunque nadie me espera igual en el aereopuerto yo misma soy de nuevo, tomo un motocar, siento la brisa y el aire y el olor de las plantas. No me importa parar un segundo y pagar mas la tarifa del pasaje para tomarme una aguajina helada, llego a mi casa, toco la puerta, me responde mi abuela, la abrazo y lloro en su hombro. Me hecho en mi camita de siempre mirando mis posters y ensamblando recuerdos de otro viaje más. Finalmente diciendome en la cabeza: Iquitos, eres irresistible. No puedo vivir sin tí

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